Te vi de mañana de tarde y de noche. En verano,
otoño, invierno y primavera, sobre todo en invierno. Comimos y hablamos.
Anduvimos en mi auto, en el tuyo y también en taxi. Nunca en micro, metro ni
bicicleta, aunque si caminamos. Siempre en la ciudad. Nunca en la playa ni en
el campo. Tampoco subimos a un avión. Si escuchamos música. Aunque
siempre soné que me leyeras por las noches en voz alta, solo hojeamos libros
distintos.
Te imaginé toro, gato y tú a mi laucha. No te vi bailar, pensé que sería
divertido y traté de visualizar varias veces cómo lo harías. Tampoco me viste a mi, aunque muchas veces, todavía, lo hago pensando en ti. Si me viste con
lentes. Te vi mal genio, me viste triste. Nos vimos sonreír y llorar. Soñar
también. Nos escuchamos los recuerdos y hasta algunos traumas.
Te imaginé de
niño. No te comiste mi sándwich ni te tomaste mi té. Compraste café, leche,
vino y hielo. Yo no compré nada. Estaba esperando que todo cambiara. Y
todo cambio. La mayoría para bien. La mayoría
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