lunes, mayo 28, 2012

HERIDA DE GUERRA DOS


Era un domingo muy lluvioso en pleno otoño. Ella cocinaba arroz en una cacerola y pescado en la otra. Distraída, escuchaba música y lavaba la loza y la ropa mientras el almuerzo hervía. 

Hasta que destapó una de las ollas sin recordar que el vapor esperaba aprisionado un escape. Se fue todo directo a su muñeca, quemándola con restos de agua fragmentada, inflamándole la piel por debajo de la mano.

Abrió el refrigerador, tomó una bolsa de nueces congeladas y esperó que el frío calmara el ardor. El contacto del bulto helado le gatilló un ataque de lágrimas calmas, haciéndole sentir lo triste que es dejar todo atrás y olvidar hasta que no quede siquiera dolor.

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