martes, septiembre 10, 2013

POLVO


Pienso en las cenizas. Tengo un jarrón plateado en la mano. Estoy en un balcón frente al mar. Y las lanzo. Ellas brotan sin pausa, aprovechando el empujón del viento, queriendo alcanzar el mar. Al llegar a la orilla lo impacientan, lo impetúan, lo provocan. Y el mar se enfurece. Su furia engrisece el cielo y arrasa con ciudades, campos y montañas.  


Pienso en el desierto. En su sonido, su viento, tormentas y remolinos atravesando la arena, que es como la materia del tiempo. En lo trizadas que son sus noches. Lo cálido que son sus días. Lo seco que son sus rostros. Lo mucho que son sus silencios. Lo eternas que son sus estrellas. Lo inmensas que son sus preguntas. Lo mudas que son sus respuestas. Lo escaso que es su apuro. Y lo lejos que queda del mar. 

domingo, enero 13, 2013

DEDOS





Comenzamos a mover los dedos de las manos en distintas direcciones, poniendo tal empeño, que tiritaban uno a uno cada vez que se recogían a la palma dando espacio y protagonismo al siguiente.


Este movimiento reflejado en el espejo me pareció una muestra clara del recuerdo que estaba construyendo. Veía al mismo tiempo el presente y el pasado desde el futuro en la tensión entrecortada que marcaba el ritmo de ese instante, segundo a segundo. 


Observaba como resonaría más adelante este momento, sin saber si permanecerían los olores del verano, la música de fondo y los rostros que me acompañaban. Desconocía si recordaría todo lo que rodeaba a ese instante muscular que se archivaba representándome crudamente la existencia imparable del tiempo.

lunes, diciembre 03, 2012

(borrador)



Expulsada del universo
Por un cucharón de plata
Que pretende hervir mi cabeza en las llamas
Sazonándome
Con alucinaciones de rostros blancos
Congelados
Eternamente derramados en las paredes
¿Dónde está el mar?
Lo perdí de vista

lunes, julio 23, 2012



Escapando de la amnesia te encuentras con el alba.Restriegas tu cara retardando el enfoque y bostezas para sacudir la noche.Tras los párpados solo presientes la bruma naranja del amanecer
Mientras, los reflejos del sol te contornean el cuerpo como un escáner cálido

Pero se te pegan las pestañas.La modorra apacible se atemoriza frente a esta ceguera luminosa.Asustada, te toma el cuello violenta, da vuelta tu cabeza y la incrusta sobre la almohada. Respiras abrumada por la confusión, a tientas, en la oscuridad blanca de las plumas.

La sonrisa dulce de tu sueño reciente se desfigura horrorosa.Pues el presente de antes ya no existe. Pasado, se desfiguró, desde su futuro.No podrías creer por esos días con los recuerdos del ahora a cuestas como premonición al rostro de un monstruo.



jueves, julio 12, 2012

AMNESIA


Si los gatos aparecen en tu ventana durante las noches de luna llena sin aullar 
Y sus espaldas te invitan a una caminata sin palabras
¿Puedes dialogar con el espectro de una sombra?
El reflejo de la luna sobre la silueta de sus pelos confunde tu memoria
Mientras la presencia ausente de su estampa bajo la niebla amenaza tu recuerdo
¿Cómo era el vaho que atravesaba la oscuridad?
Si no recuerdas cómo los hombres caminan en la noche
Y tu historia te es ajena
¿Quién eres esta noche si ya no existes?
Sin testigos te reinventas engañando a tu reflejo
Hablas sin sonidos y tiemblas desconociendo el origen del frío
Te congelas muda frente a un alma sin rostros
Escapas de los ecos y llegas al silencio sin encontrar refugio
Esperas que lluevan frazadas de pétalos para cubrir la vergüenza
De la intemperie de tu amnesia

lunes, mayo 28, 2012

HERIDA DE GUERRA DOS


Era un domingo muy lluvioso en pleno otoño. Ella cocinaba arroz en una cacerola y pescado en la otra. Distraída, escuchaba música y lavaba la loza y la ropa mientras el almuerzo hervía. 

Hasta que destapó una de las ollas sin recordar que el vapor esperaba aprisionado un escape. Se fue todo directo a su muñeca, quemándola con restos de agua fragmentada, inflamándole la piel por debajo de la mano.

Abrió el refrigerador, tomó una bolsa de nueces congeladas y esperó que el frío calmara el ardor. El contacto del bulto helado le gatilló un ataque de lágrimas calmas, haciéndole sentir lo triste que es dejar todo atrás y olvidar hasta que no quede siquiera dolor.

domingo, mayo 13, 2012

ALTAMAR



El otoño se lanzó sobre mí con un abrazo cálido sin preguntas. Me tomó desprevenida, pensando en el mar. Por semanas había envuelto mis caminatas con su viento suave, arrojando hojas al suelo, desenrollando frente a mis pies una alfombra matizada y crujiente. Acortó los días y alargó las noches, suavizando mis revoluciones. Escogió el aparejo y me invitó a navegar.

BORRADOR

martes, mayo 01, 2012

SUJETA


Mi amiga Marcela de España me envió un ensayo sobre lo próxima que es la distancia entre nanas y patronas. Me recordó la discusión que habíamos tenido en un bar con un grupo de compañeras sobre el comportamiento de las jefas de casa.

El choclón era bastante heterogéneo: había una representante de la descendencia criolla más adinerada; una psicóloga, hija de empleada doméstica, primera profesional de su familia; una doctora pachamámica; una viuda de pololo joven muerto en accidente de auto, independizada a la fuerza; una azafata emprendedora; una artista de abuelos pudientes y padres arruinados; otras figuras de la clase media chilena y yo, claro.

Los discursos eran similares. Detallaban ejemplos de buen trato con las mujeres que trabajaban en sus casas “yo siempre las saludo de beso”, “el otro día me enojé con mi suegra porque me habló en inglés delante de ella”, “mi mamá le ayudó a mi nana a comprarse un auto”, “mi abuela se trajo al marido a trabajar a la casa de chofer”.

Pareciera que supieran que no queda más que hacer. Si salvo a uno, creo una excepción en medio de este mundo sin remedio. Pienso que así como están las cosas, solo puedo ingresar algunos polizones al arca de Noé. El diluvio vendrá de todas maneras.

Las miraba y pensaba en lo endeudadas que estaban todas esas mujeres con sus patronas. Con tanta cercanía debe ser difícil decir que no a las horas extras, las tareas no incluidas en el contrato, las contenciones emocionales solicitadas de manera gratuita, el techo gratis a cambio de falta de privacidad e inmiscusión en las juntas, horarios y demases de la mujer allegada, en fin.

Me acordé de una película que vi hace años. Creo que la patrona de la casa ubicada en la más agradable campiña francesa era la Jacqueline Bisset. Ella y su adorable familia nunca se dieron cuenta que la mujer que trabajaba para ellos era analfabeta. Ofuscada por la vergüenza, soportó que la enviaran al oftalmólogo y la invitaran a estudiar.Terminó escopeteando a toda la familia, hija embarazada incluida.

Es una cosa extraña esto del cuerpo sujetado. Se contiene, se resiente, tratando de acomodarse sin éxito. Sonríe. Atiende. Agradece. En ocasiones intenta ser sensato y busca alternativas. Hasta que se ve sin salida. Siente que su cuerpo allegado es igual al de mil prisioneros que han estado así miles de años, por toda una eternidad, sin escape, ni esperanza.

La dominante también lo reciente, sin conciencia seguro. Ubicada desde siempre, quizá, en una relación asimétrica, no le queda más alternativa que cumplir culposa, los designios de la estructura. El oráculo le dicta en reuniones sociales, conversaciones con amigas, almuerzos familiares, reuniones de apoderados, la compostura que debe adoptar.

Probablemente la simetría que comparten, el género, las hermana a ratos, en lo secreto quizá. Pero en la exposición de lo público, vuelve a instalarse la división, ubicando a cada cual en su lugar, haciéndoles recordar que el momento mágico de la complicidad es, en el mejor de los casos, nada más que un respiro, ahora suspiro, momentáneo, finito, perpetuable por instantes y recuerdos. Como la felicidad. Como todo lo sujeto. Como todo lo humano que conocemos.

miércoles, abril 18, 2012

HERIDA DE GUERRA


Tras una semana bastante agitada, en medio de la vida siempre movediza, llegué ayer a mis clases de flamenco exhausta. Me puse la falda corriendo, caminé por el pasillo con los zapatos desabrochados y antes de entrar a la sala di vuelta la cara para mirarme al espejo.

El panorama no era del todo digno para enfrentar las guitarras que me esperaban dentro: Tenía el maquillaje chorreado entre los párpados y las mejillas, la falda al revés, no había alcanzado a reponer la polera usada en dos clases anteriores y tampoco había tenido tiempo para amarrarme bien el pelo.

Respiré profundo, estiré los brazos y calenté el cuerpo junto a mis compañeras, al ritmo de unas sevillanas. Nunca han sido de todo mi gusto, pero me ayudaron a dejar atrás los sonidos de la caminata previa a este rincón maderoso.

Antes de que preparásemos las alegrías, hicimos una pausa. Nos miramos y, sin ponernos de acuerdo, pensamos que pese al entusiasmo los rostros agotados no eran compañía para desplegar feminidad. Una de las chicas del grupo sacó de su cartera un colorete rosado y en cosa de segundos una brocha peluda se me agigantó frente a los ojos y después me embetunó.

No tuve tiempo para reclamar, pues la revisión panorámica de este conjunto sonrosado, me conmovió el cuerpo, haciéndolo estallar en movimientos. Atenta a incluir en el entretiempo el taconeo requerido, conciente de la musicalidad de mis zapatos, concentrada en no dejar pasar el momento exacto entre una posición y otra, aterricé todos los clavos del tacón en la parte superior de mi pierna izquierda.

Cuando terminó el baile comenzó a palpitar el pedazo de carne martillado. Recordé lo que había pasado y me levanté los vuelos para mirar. Tenia una Herida de Guerra. 

Me arremangué la polera, acomodé la falda, volví al tablao y seguí bailando.  

lunes, abril 02, 2012

SOMBRAS MIRANDO AL MAR



Vi a un cura medio desguañangado caminar hacia el altar en zapatillas. Cuando empezó a hablar me di cuenta que eso sería lo único que me gustaría de él y me retumbó la conversación que me habían comentado:

-“Sabes, murió el papá de mi abuelo ayer”, dijo Franco sin escándalo.

-“A mí se me murió un tío. Estaba enfermo y ahora está en el cielo”, contestó su compañero.

-“¿Y tu cómo sabes eso? ¿Acaso conversaste con Dios”, preguntó Franco.

-“Si, hablé con él”, agregó el niño.

-“¿Y cuándo?”, investigó Franco, cada vez más incrédulo.

- “Anoche, rezando. Rezo todas las noches”, replicó el amigo convencido.

-“Ah…” expresó Franco respetuoso.

Tuve que aguantarme la risa en plena misa mortuoria recordando este diálogo. Para disimular, empecé a mirar a mi alrededor.

El escenario estaba dividido en dos, con el ataúd (blanco) al medio. Cada familia a su lado, se miraba de costado hasta revolverse con el saludo de la paz. “Esta es tu prima” me decía una voz lejana. “El es Aquiles” me explicaba otro rostro indefinido. Mientras, yo, me nublaba con el llanto de mi abuela.

Un rato después, otra vez en orden, escuchábamos un discurso extraño y, acto seguido, mi tío se levantaba del asiento para replicar.

Adelantaba la escena en cámara lenta y pensaba “Ahora sí que va a quedar la cagada”, sintiendo que todo era tragicómico y evitando mirar a mis padres, que seguro imaginaron lo mismo. Pero no. Los de este lado terminamos conmovidos y nos enfilamos camino al cementerio orgullosos.

Durante el camino, recorría esa ciudad tan estrecha con todos mis ojos pensando en mis múltiples muertes y en toda mi vida.

Apretada entre los cerros y el mar sentía el murmullo de los de la caravana diciéndome cosas con sus experiencias, sin darse cuenta del legado que arrastraban en plena vida.

Al llegar al cementerio sentí que la arena presagiaba un derrumbe y que las tumbas de principios del siglo XX nos mostraban a propósito unos huesos irreconocibles. Miraba a mi tío y mis primos arquitectos rogándoles una remodelación.

Hasta que llegamos al mausoleo helénico y me alivié. El pequeño edificio tenía vista al mar, varias generaciones de compañía y muchas banderitas azules con blanco, flameando solitarias en ese rincón, para siempre.