sábado, octubre 22, 2011

A PILLOW BOOK OF MY OWN DOS


Durante meses deambulé por ese castillo esperando la sorpresa de la habitación siguiente. Cada vez que daba vuelta la manilla y dejaba la anterior a mis espaldas aparecía una nueva pieza oscura, distinta, pero finalmente similar.

Atrapada en el laberinto de esa oscuridad instalaba mis esperanzas en ese breve instante en que la puerta giraba.
 
Hasta que encontré un enorme portón de bronce. Pesado, antiguo y oxidado. Sacudí el polvo, soplé las telarañas y con todas mis fuerzas logré moverlo. El imponente edificio quedó atrás mientras la luz del sol me recordó como era tener una inmensa llanura frente a mis ojos.

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