Comenzamos a mover los dedos de las
manos en distintas direcciones, poniendo tal empeño, que tiritaban uno
a uno cada vez que se recogían a la palma dando espacio y protagonismo al
siguiente.
Este movimiento reflejado en el
espejo me pareció una muestra clara del recuerdo que estaba construyendo. Veía
al mismo tiempo el presente y el pasado desde el futuro en la tensión
entrecortada que marcaba el ritmo de ese instante, segundo a segundo.
Observaba como resonaría más
adelante este momento, sin saber si permanecerían los olores del verano, la
música de fondo y los rostros que me acompañaban. Desconocía si recordaría todo
lo que rodeaba a ese instante muscular que se archivaba representándome
crudamente la existencia imparable del tiempo.
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